Cuando estudiaba derecho, descubrí por casualidad una palabra que siempre me ha hecho mucha gracia: zurupeto. Un zurupeto es, según del diccionario de la RAE, un intruso en la profesión notarial o un corredor de bolsa no matriculado. Un impostor.

El viernes pasado estuve en Murcia. Rosa Vázquez, directora del colegio Nelva, me invitó a dar una conferencia a padres de los colegios Nelva y Monteagudo. La ocasión era mi último libro (Amar se escribe contigo), publicado por Teconté. Por la mañana, aprovechamos la ocasión para tener una interesante charla con las niñas de segundo de bachillerato acerca del amor humano, las relaciones hombre-mujer y el noviazgo.

Después, el APA del colegio me invitó a una deliciosa y entretenida comida con los matrimonios miembros de la junta de asociación Alquibla (www.alquibla.es), que imparte los cursos de Family Enrichment (orientación familiar) en la región. Me sentí como en casa. Recordamos viejos tiempos, reímos, diseñamos, proyectamos, ¡soñamos! y nos despedimos aún más convencidos de que teníamos que seguir intentando cambiar el mundo acercándolo sin descanso a la familia.

Llegaron las cuatro de la tarde, la hora de la conferencia y aparecieron un cámara y un entrevistador de Canal 7, una televisión local. Me hicieron una entrevista un poco anárquica con el murmullo de todos los asistentes a la conferencia detrás de nosotros. Una experiencia nueva.

El entrevistador, hábil y buen profesional que no había tenido tiempo de enterarse de quién era ese tipo desconocido que venía de Barcelona a dar una conferencia, me hizo cuatro preguntas antes para situarse. Cuando le dije que era abogado, se sorprendió un poco de que fuera a hablar a los padres de un colegio acerca del amor matrimonial, y me dijo algo así: “pero, usted es abogado…, entonces, ¿qué teorías sigue?…”, como queriendo decir: “oiga, no será usted un fraude, ¿no? Un intruso en esto del comportamiento humano y el amor”. Un zurupeto, vamos.

Y no andaba descaminado. Hace ya cerca de treinta años que, en mi condición de zurupeto, empecé a interesarme por esto de la educación y el amor humano. Al principio, es cierto, tenía una cierta incomodidad: ¿qué hace un abogado, sin formación específica, hablando de educación temprana, de amor matrimonial, de felicidad familiar? ¿No seré un intruso? ¿Un impostor?

Con el tiempo, me fui convenciendo de que, al contrario de lo que pensaba, hacían falta muchos más zurupetos que hablaran de su familia, de sus hijos y de sus experiencias en público y en privado, oportuna e inoportunamente, como diría Saulo de Tarso, en toda hora y circunstancia.

¿Qué teoría sigue? Hace tiempo que descubrí que la pedagogía, la psicología y todas las ciencias que atañen al comportamiento humano son indeterminadas, es decir, no exactas, y que, aun siendo ciertas, pueden estar en falso porque su eficacia depende de muchos factores difícilmente controlables. ¿Se imaginan a un marido conversando con otro en estos términos?:

  • Pues, mira, yo soy naturalista. Desde que leí el Emilio de Rousseau, me convencí de que ese era el camino. Aunque, en lo que hace a la relación con mi mujer, la verdad, sigo la psicología cognitiva de Beck, porque no hay quien la entienda. Me da paz.
  • ¡Qué dices! Te va a salir un anarquista… te aconsejo que hagas como yo: la teoría del apego es lo mejor para tus hijos. No te despegues nunca de ella. Yo, con mi mujer, también soy cognitivista, pero más en la rama de Lakoff, ya sabes, la embodied cognition, porque la mujer es más holística que el hombre…
  • Claro, visto así. Es verdad que a ellas les influye más todo lo que sucede a su cuerpo… Voy a releer a Lakoff.

¿Comprenden por qué decidí ponerme a hablar del amor matrimonial? Porque la realidad nos demuestra que la felicidad en nuestros amores no reside en los conocimientos, sino en la vida, en la vida vivida, como quiso mostrar (aunque con un desarrollo novelado y sorprendente) Unamuno en Amor y Pedagogía.

¿Qué teoría siguieron mis padres o mis suegros, cuyos matrimonios han sido, y sieguen siendo en la memoria, un referente para mí? ¿Y mis hermanos, mis cuñados, mis amigos, de quienes, en su variadas circunstancias, en la calma o en la tormenta, en la armonía o en la lucha, tanto aprendo cada día? ¿Y todos los matrimonios que acuden a los cursos de orientación familiar de la IFFD (www.iffd.org / www.iffd.es) en todo el mundo a compartir su ‘ciencia’ en un clima amable para la familia? ¿Qué teoría siguen? ¡La teoría de la vida! Ahí está la verdad. Porque el matrimonio no es camino de felicidad solo para algunos especialistas, sino para todo el mundo que quiera de verdad, con humildad y entrega, recorrerlo.

Y, sí, me encanta ser un zurupeto del amor.

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