Este jueves vinieron a cenar a casa Paco y María. Paco es mi ahijado. María, su novia. Se casan este mes de mayo, con o sin el permiso del Covid y de nuestras autoridades, como tiene que ser, porque la norma está hecha para el hombre y no al revés, y en la boda lo único esencial son los novios.

Los dos son jóvenes y tienen muchas ganas de empezar una vida en común. Durante la cena comentamos anécdotas de las vivencias de la familia de Paco y la nuestra, nos explicaron cómo se conocieron, hablamos de sus trabajos y de muchas cosas más.

Y, claro, salió el viaje de novios. No diré adónde se van para respetar su intimidad. Mi hija Alejandra tuvo una pesadilla antes de casarse, en la que yo le insistía en acompañarle en el viaje de novios y ella no sabía cómo decirme que no, así que para evitar a María pesadillas sobre lectores del blog del inoportuno padrino de su novio persiguiéndoles en su viaje, me abstendré de dar datos.

Pero comentaron una cosa que a mí me llamó mucho la atención. En la agencia de viajes estaban sorprendidos de que no se apuntaran a los mil planes que les proponían en su primer destino, una playa en un mar remoto. “Tenéis que aprovechar, que a lo mejor no volvéis nunca a este lugar paradisíaco -les decían-, ¡os vais a aburrir!

Yo me identifiqué con ellos enseguida: ¿Aburrirse? ¿En el viaje de novios? ¿Con mi esposa, con mi esposo, que acaba de prometerme amor para siempre y con quien tengo toda una vida por delante? Si tenemos miedo a aburrirnos estando los dos solos en ocho, diez o quince días, ¿qué vamos a hacer con el resto de nuestras vidas?

Y recordé mi viaje de novios por diversas ciudades de Europa, de las que he olvidado palacios, castillos, parques y monumentos, y del que tengo un solo recuerdo imborrable: una vida nueva, una sensación de renacimiento, una novedad inédita, una recién estrenada vocación, un camino juntos… y una mujer maravillosa que iba redescubriendo minuto a minuto y que todavía hoy me admira cada día.

¿Qué importa el destino, el tiempo que haga, el entorno que halles, los pesados que encuentres, las contrariedades que entorpezcan tus planes? Si eres capaz de penetrar en lo más íntimo de tu mujer o de tu marido para admirarte una y otra vez de este regalo único e insustituible que es la persona, todo lo demás pasa a un segundo plano.

Solo las miradas aburridas y encorvadas hacia sí pueden aburrirse en un viaje de novios, a no ser que se confunda el aburrimiento con la falta de actividad, uno de los grandes males de nuestra frenética sociedad de las prisas. ¿Acaso es aburrido leer un libro juntos, contemplar la puesta de sol, pasear de la mano, mirarse a los ojos sin nada en qué pensar, intercambiar una sonrisa cómplice, un guiño fugaz? ¿Es aburrido simplemente estar los dos solos, abstrayéndose de todo y entrando en el alma de cada uno para decir una vez más, sin ruido de palabras, ¡sí, para siempre, para siempre!?

Comprendo que quien no es capaz de ver el amor y la persona amada con la hondura que reclaman tenga miedo al aburrimiento y necesite aprovechar cada segundo para llenar su propio ego. El aburrimiento es un síntoma típico de la adolescencia, aquella edad en que los sentimientos y los pequeños problemas personales se agrandan hasta que parecen ser lo único que existe.

Cuando uno no está seguro de cuánto tiempo va a durar su amor, es comprensible que tenga miedo al aburrimiento y necesite llenar cada segundo de cosas o actividades. Pero cuando uno está tan seguro de su amor que, a pesar de sus grandes flaquezas y debilidades, no duda en prometerlo para siempre, cuando decide olvidarse de sí y dedicarse al otro siendo consciente de su propia pequeñez, cuando se sabe indigno del precioso regalo de un alma que se entrega para siempre y sin condiciones, no teme al aburrimiento. Más bien teme lo contrario: que las muchas ocupaciones y actividades exteriores le distraigan de lo más importante: él, ella.

En la mirada limpia, ilusionada, profunda y admirada de Paco y María se podía adivinar que no necesitaban nada más que a ellos mismos (bueno, y a Dios, todo hay que decirlo) para colmar su viaje de novios.

¡Feliz domingo!

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes

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