El jueves pasado asistí a la cena del 50 aniversario de Fert Batxillerat, donde hace 42 años estudié COU, el curso previo a la universidad.
Ese curso (1978/79) me deparaba una sorpresa inesperada e inmerecida: iba a conocer y a enamorarme de Loles, con quien he compartido, he vivido y he sido el resto de mi vida… y seré lo que me quede de ella.
En la cena se produjo el reencuentro con una buena parte del grupo que solíamos salir (y a veces incluso estudiar) durante ese año mágico del COU. Digo mágico porque todos coincidimos en calificarlo como un año especial en nuestras vidas. Lo vivimos con mucha intensidad. En la vida se dan momentos o periodos especialmente intensos, que dejan huella, y el año del COU fue uno de ellos.
Después de cuarenta y dos años, cada uno ha tenido su propia experiencia vital y ha desarrollado su personalidad en un sentido u otro. Pero es curioso cómo el núcleo permanece y, a pesar de los avatares personales, tan distintos y alejados algunos de otros, hay un algo indefinible que pervive y se descubre casi instintivamente.
A los pocos minutos de sentarnos a la mesa, cada uno era el que fue. Por unas horas, poco o nada importaban su posicionamiento político (si es que lo tenía), su situación familiar, su evolución profesional, las heridas que la vida le había infligido, el aparente éxito o fracaso en lo social y económico.
El tiempo pareció volver atrás y dejó aflorar el núcleo de la personalidad, lo que cada uno era en verdad. Una personalidad se puede desarrollar en mil acertadas o equivocadas direcciones, a veces consciente y a veces casi insconscientemente, pero la persona siempre es la misma. Yo siempre soy el mismo aunque no siempre soy lo mismo.
Los 18 años que cumplíamos en ese curso de COU eran un momento especial para decidir trayectorias personales. El jueves pasado fue también un momento especial para hacer balance y retomar ese núcleo, el centro operativo de nuestro ser, la unidad vivida de los hábitos en que se han desplegado nuestras disposiciones, tendencias y posibilidades, y volverlas a actuar para que crezcan y se perfeccionen en los muchos años que aún nos quedan de vida.
El aniversario de Fert Batxillerat nos convocó y, sobre todo, nos brindó el espacio para una verificación. Muchas personas han trabajado durante estos 50 años para proporcionar a los alumnos la oportunidad de salir al encuentro de los valores más profundos.
El crecimiento espiritual se produce en el encuentro con un valor más alto que tú mismo que te permite descubrir quién eres y qué habías dejado de ser. Como le sucedió a la bestia en su encuentro inesperado con Bella en el cuento infantil, al encuentro con el valor descubrimos la diferencia entre lo que hoy hemos llegado a ser y el que realmente somos. Y ese ser fue el que convocaron el jueves y el que convocan cada año a sus aulas Gemma Mir y el equipo directivo, los profesores y todas las personas que forman parte de Fert Batxillerat, para contrastarlo y hacerle crecer en el encuentro con los valores más altos que le permitan descubrir quién verdaderamente es. Muchas gracias a todos por ese trabajo y también por la ilusión, el esfuerzo y el acierto de esta celebración.
Allí estábamos los de mi promoción, los mismos que en 1978 salimos al encuentro imprevisto de todos los valores que el FERT nos proponía: Loles, Marta, Elena, Gemma, Nuria, Carmen, Miguel, Javi, Jose, Xavi, Luis, Carlos, Pep, yo y tantos otros que no pudieron venir, solo nombres propios, la persona, sin adherencias.
Feliz domingo.
Javier Vidal-Quadras Trias de Bes
Gracias Un abrazo Gustavo
Inviato da iPhone
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A ti, Gustavo!
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Tal cual ! Yo también estuve con mi promoción, la siguiente a la tuya, fue fantástico, lo has descrito tal cual
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Gracias, Chariti!!
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Querido Javier,
Como ya te he dicho en varias ocasiones leo con auténtico interés tus magníficos correos de los sábados. Son formidables.
El de ayer 3 de Abril me ha gustado especialmente, pues mi historia de las reuniones de compañeros de Colegio coincide totalmente con la que tú describes.
Yo, Javier, salí del Colegio en el año 1956 y aunque no nos habíamos reunido, ni visto, casi desde ese año, organicé una reunión al cumplir las bodas de oro. Pedí que cada uno asistiese a ella con su nombre y dos apellidos escrito en una papeleta pegada a la solapa; era gracioso que casi todos primero miraban papeleta y te saludaban muy cariñosos ¡Hombre, Juan, cómo te ha ido por la vida!
Tras esa primera reunión acordamos que cada dos o tres meses nos reuniríamos a comer y así lo hemos seguido haciendo, hasta hoy. ¡Han pasado casi 70 años y seguimos viéndonos!, aunque a la última comida fuimos ya sólo seis compañeros.
En todas las reuniones, incluso en las recientes no se habla para nada del presente confirmándose así lo que tu recuerdas de tu reunión “nada importa su posicionamiento político, su situación familiar,…”
Me sorprendo a mí mismo al confirmarlo, pero yo no sé si mis compañeros están casados, solteros o viudos, qué carrera cursaron, cómo les va económicamente, si tienen hijos o no; estos son temas absolutamente vetados en nuestros comidas; o mejor, no se habla de ellos porque a ningunos nos interesan.
Creí que era característica privativa de nuestra promoción “Areneros 56”, pero creo que vosotros hicisteis lo mismo.
¿Qué pasa? ¿Es que el pasado fue tan bueno que no queremos olvidarlo? ¿Es que el presente no nos interesa ya?
Si sigues reuniéndote con tus compañeros de Colegio, verás que lo que pasó el primer día se repite insistentemente.
Muchas gracias por todo, Javier, y muchos abrazos,
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Muchas gracias por tu comentario, Juan, lleno de experiencia, sentido común y cariño.
Un fuerte abrazo.
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