Mañana se casa Bea, y yo me he venido esta tarde a la iglesia de Santa María del Mar, una de las más bonitas que conozco, porque me gusta blindar la tarde anterior a la boda de cualquiera de nuestros hijos y dedicarla a rezar por los novios y su futuro matrimonio. Ha querido la providencia que hoy estuvieran ensayando los músicos que tocarán mañana. No puedo pedir más.

Bea se casa con Jaume. Hacen una buena pareja. No voy a cantar sus virtudes porque, como padre, les veo muchas, quizás demasiadas. A partir de mañana, el tú y el yo que ahora forman recibirá un nosotros que ellos quizás no esperan, pero que se revelará con fuerza si, como estoy seguro, lo saben cuidar. Sí, a partir de mañana tendrán que hacer un hueco en su relación porque el matrimonio no es la suma, sino la unión de dos, y es muy diferente.

La unión tiene una vida propia que hay que alimentar, darle cabida y preferencia: el lugar donde vivir, la coordinación de las carreras profesionales y la jerarquía de los amores, los hijos, el modelo económico, la administración de lo doméstico, las familias respectivas, las expectativas de cada uno…

Los primeros meses son un período precioso y fundante. Tendrán que decidir el estilo de familia que quieren ser, y hacerlo con determinación y carácter propio, en igualdad de condiciones. Cada uno llevará una biografía familiar que tendrá que deconstruir para construir su propio proyecto, la aventura de su vida sobre unas bases nuevas. Nuevas tradiciones, nuevas costumbres, nuevos hábitos.

Desde que conocimos a Romy y Manu, los padres de Jaume, comprendimos que hay mucha sintonía entre las familias. En unos pocos meses ha nacido una relación profunda que mañana quedará definitivamente sellada, porque la hondura de la amistad no se mide por el tiempo sino por el nivel en que las almas se encuentran, y dos hijos que se unen es uno de los niveles más profundos que se pueden imaginar.

Por el camino, ya me había pasado con la boda de Alejandra y he vuelto a caer, ¡me he enamorado de la wedding planner! Siempre que en casa vivimos un tiempo fuerte, Loles y yo intentamos poner en nuestro matrimonio aquella mirada activa y creativa que nos descubra una y otra vez la novedad del amor en cualquier faceta nueva. Y viéndola con esa mirada, me he enamorado todavía más de lo que estaba, y eso que estaba seguro de que más no era posible. Para que nadie se escandalice, se entiende que nuestra wedding planner es en realidad una wedding mother, o sea, Loles.

Por eso nuestra boda es muy, muy especial. Una vez, en otra boda, una amiga nuestra y madre de la novia, se acercó a Loles y le preguntó algo relativo al vestido con esta introducción: A ver, Loles, tú que eres el árbitro de la elegancia, dime qué te parece…

Y si a la elegancia, el gusto y el estilo les añades el amor de madre, los detalles de cariño, la entrega sin descanso, la mirada desde el corazón…, lo siento por las wedding planners, pero no hay color. ¡Son mucho mejores las wedding mothers! Y la nuestra, la mejor de todas.

Bueno, lo dejo ya, que se me va la tarde y no he acabado lo que vine a hacer a Santa María del Mar. Entre la música, la belleza del lugar y las emociones desbocadas pasan las horas como minutos y los minutos como segundos.

Solo me queda un apunte final: a esa unión que hace el nosotros hay quien la llama espíritu, el espíritu del matrimonio, pero hay también quien prefiere llamarla Espíritu Santo porque un matrimonio, se mire por donde se mire, es la imagen más perfecta de Dios en lo humano. A los que penséis así, os pido una oración por la felicidad de los novios, y a todos, un pensamiento que eleve vuestra alma a la altura de lo que mañana se celebrará: el acto soberano de la libertad, que consiste en entregarse de vida y de por vida. Eso solo las personas soberanamente libres, que se poseen a sí mismas, pasado, presente y futuro, hasta el ultimo hálito de vida, son capaces de hacerlo.

Feliz fin de semana.

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes

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