Confieso que, para mí, uno de los grandes enigmas del amor en esta primera parte del siglo XXI es la resistencia al matrimonio que observo en muchos jóvenes. Alguien podría pensar que lo de casarse era una cuestión de costumbre, ética o religión y está pasado de moda. Y, sin embargo, lo que está en juego es la plenitud del amor.
Cuando me enamoré de Loles, lo último que podía y quería imaginarme era una vida sin ella. Me parecía imposible amar más de lo que la amaba en ese momento, en el esplendor de mis veinte años. Pero era ya capaz de percibir un sentimiento más fuerte y profundo a la vez que no se conformaba con lo que entonces vivía. Siendo tanto… ¡era tan poco!