Nico

Yo no soy abuelo, estoy casado con una abuela, dijo, entre bromas y veras, un amigo nuestro. La frase me pareció muy ocurrente y pensé en adoptarla. Pero, claro, llegó el fin de semana, vino nuestro nieto Tomás a casa y con su primer ‘elo’ (su traducción de ‘abuelo’), la frase ocurrente se tambaleó.

Y ayer, con la llegada de Nico, nuestro segundo nieto, se ha borrado definitivamente de mi horizonte vital. Nico se ha hecho de rogar un poco. Cuando Bea nos dijo, a las siete de la mañana, que había roto aguas y se iban a la clínica, nos preparamos para ser abuelos de nuevo en la mañana.

Sigue leyendo

Salidas del armario

Hace unas semanas, en una cena, comentó uno de los comensales que, últimamente, dos amigos suyos habían salido del armario y, después de décadas de matrimonio, habían decidido dejar a sus mujeres respectivas e irse a vivir con otro hombre. Por lo visto, la presión social les había dirigido al camino del matrimonio, pero, al final, décadas después, se habían dado cuenta de que a ellos, en realidad, les gustaban los hombres y que no tenía sentido luchar contra esa tendencia. En el relato, muy comprensivo con los que salían del armario, eché en falta algo más de empatía con la que se quedaba dentro del armario con los hijos: la mujer. Y me dio por pensar en otras salidas del armario…

Sigue leyendo

El gran misterio

“Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Gran misterio es este, pero yo lo digo en relación a Cristo y a la Iglesia”. Estas enigmáticas palabras de San Pablo se cumplen hoy.

¿Cristo y la Iglesia una sola carne, un matrimonio? ¿Cristo dejando a su Padre y a su Madre? ¿A qué se refiere san Pablo?

Ha sido otro santo, san Juan Pablo II, quien más ha desarrollado esta idea. Las 134 catequesis sobre el amor humano que impartió durante cinco años, conocidas como Teología del Cuerpo, se fundamentan en parte en las palabras de San Pablo.

Sigue leyendo

1300

Paloma Blanc me llamó hace unos meses para invitarme a participar en el 40º Congreso de Fepace (federación de padres y madres de alumnos de los colegios de Fomento de Centros de Enseñanza) que ha tenido lugar este fin de semana en Zaragoza, bajo el lema La educación del carácter, clave de la felicidad. La invitación me hizo especial ilusión, no en vano estoy casado con una exalumna de Canigó, un colegio de Fomento, y nuestras cuatro hijas han ido también al mismo colegio.

La llegada a Delicias, la estación del AVE de Zaragoza, fue un anticipo de lo que nos esperaba. Las madres, padres, alumnos, profesores y personal no docente de los colegios de Fomento de Zaragoza (Sansueña y Montearagón) habían decidido tomar la ciudad, y ahí estuvieron un grupo de ellos todo el día, recibiendo a los congresistas con sus sonrisas impagables. ¡Bienvenidos! ¡Qué ilusión teneros aquí! Los empleados de Renfe estaban alucinados por esa inesperada colaboración ciudadana, que alegró el día de todos los pasajeros.

Sigue leyendo

Love Talks: Balanced Life

Esta semana no me tocaba publicar un post. pero una circunstancia sobrevenida de primera magnitud me compele a hacerlo.

Siempre he tenido curiosidad sobre cómo el mejor pastelero del mundo sería capaz de integrar el dulce binomio de la familia y el trabajo. O sobre qué consejos para gestionar eficazmente el tiempo personal y familiar podría darnos el joven ejecutivo de una de las empresas de moda más exitosas. O sobre cómo una influencer consigue no instrumentalizar su familia. O sobre qué experiencias se recogen en la mejor escuela de negocios del mundo. O sobre cuáles son las últimas investigaciones académicas para lograr una armonía vital…

Sigue leyendo

Amar a la humanidad

En la novela Los hermanos Karamázov, de Fedor Dostoievski, uno de los personajes más enigmáticos, el ermitaño, explica una paradójica experiencia que le contó un doctor: “Yo amo a la humanidad, pero me asombro a mí mismo: cuanto más amo a la humanidad menos amo a los hombres en particular, es decir, a las personas por separado”.

Una de las virtudes de los grandes clásicos es que tienen el don de aprehender el alma humana y exponerla desnuda, fuera del tiempo y del espacio, de modo que cualquiera puede reconocerse en sus personajes y contemplar en ellos al ser humano de todos los tiempos.

Sigue leyendo

Saltarse el semáforo

Eran las seis de la mañana de un domingo cualquiera. La ciudad estaba completamente desierta. En toda la calle, un solo coche esperaba ante el semáforo rojo. El conductor tenía que dar una sesión en un congreso a las nueve de la mañana en una población lejana e iba ya muy justo de tiempo. El semáforo era solo peatonal. Miró a uno y otro lado, no vio a nadie y se saltó el semáforo. A los pocos metros le detuvo un guardia urbano: “¡Oiga! ¿No ha visto usted el semáforo?” El conductor se sinceró: “Sí, perdone. El semáforo sí lo había visto; a quien no había visto es a usted”. E intentó hacer comprender al agente que tenía mucha prisa y la desobediencia al semáforo estaba justificada y no generaba peligro alguno.

Esta anécdota que me contaron hace años sirve para ilustrar lo que quiero decir en este post, y espero no escandalizar mucho. En síntesis, podría formularse así: a medida que nuestros hijos van alcanzando el uso de razón (y lo van usando, lo que no siempre va parejo) conviene educarles para que sean capaces de saltarse el semáforo rojo cuando sea necesario. Es decir, enseñarles a distinguir lo lícito de lo justo. Y hoy en día esta educación me parece urgente.

Sigue leyendo

A la hora de la brisa

Esta semana, Loles y yo hemos estado en México: primero, en Ciudad de México y, después, en Puebla. Íbamos a la XI Convención de Lar (IFFD México) y a la I Convención de Bright, ambas en Puebla, y yo aprovechaba también para responder a la amable invitación que me había hecho la Fundación Nairobi para pronunciar una conferencia sobre el matrimonio en Santa Fe (CDMX). Los dos actos resultaron un éxito.

Sigue leyendo

El hijo como castigo

Tenía 29 años y una hija de dos. Cuando llegaron la policía y los bomberos, la encontraron encaramada en la cornisa del último piso del edificio más alto de su ciudad en actitud de lanzarse al vacío. Parecía indecisa. El psicólogo no dudó un instante: “¡Ha vacilado! ¡Hay que traer a su hija! Solo la visión de su hija puede convencerla”.

Todos hemos visto una escena parecida a esta en alguna película, incluso algunos la han presenciado en la realidad. A nadie se le ocurriría pensar que, en ese momento difícil por el que estaba pasando la mujer, debatiéndose entre el suicidio o la vida, poner su hija ante sus ojos podría constituir un chantaje emocional intolerable que podía interferir en su decisión autónoma. ¡Está su vida en juego!

Sigue leyendo