Un día, estábamos en familia y Loles, mi mujer, estaba comentando algo sobre un viaje a Italia de hacía ya un tiempo. Yo iba asintiendo, recordando vagamente los lugares que ella describía, hasta que comenzó a decir algo del hotel que yo ya no recordaba, y dije: “del hotel no me acuerdo mucho”.
Entonces, Loles me miró y, para sorpresa de todos, yo el primero, dijo: “claro que no te acuerdas; tú no viniste a este viaje; fui yo con la profesora y alumnas de nuestra clase de historia del arte”. Es fácil imaginar la carcajada de todos mis hijos, que me recuerdan a menudo la anécdota, una más entre mis muchos despistes.
Y, sin embargo, yo pienso que hay algo más que despiste. Estoy convencido de que uno de los efectos que producen los años de amor intenso entre dos personas es una identificación de tal calibre que a menudo se hace difícil distinguir lo de uno y lo de otro, incluso los recuerdos.
Para mi subconsciente, un viaje a Italia es una actividad típicamente matrimonial, por lo que no es extraño que pensara que Loles estaba rememorando uno de los viajes que hemos hecho juntos a ese precioso país. Quizás el hecho de que la ciudad de la que hablaba fuera una en la que yo no he estado nunca abona la tesis de mi despiste existencial.
Aun así, en mi caso no es raro que me fíe más de lo que dice Loles que de lo que yo recuerdo. Incluso, a veces me da seguridad confirmar mis gustos con ella, no sea que me equivoque, por ejemplo, al pedir en un restaurante. Esto me pasa con algunos postres, que me atraen mucho por su nombre o por algún ingrediente y los pido con los ojos, como decía mi madre. Entonces, Loles me recuerda: “este postre ya los has pedido tres veces antes y no te gusta mucho”. Claro que ella tiene ventaja: sabe mucho más de cocina que yo, ¡y hay nombres de platos imposibles de recordar!
La sensación que tengo a veces es que la memoria de Loles y la mía son acumulativas. Si somos uno, ¡qué más da quién de los dos lo recuerde! Así que, en este terreno, tiendo a utilizar el plural conyugal: «¿esto nos gustaba?» Y así salgo fácilmente de dudas.
Todo esto me ha venido a la cabeza a raíz de un comentario que hizo mi buen amigo Fernando Trullols en la moderación de una de las sesiones del curso de abuelos al que estamos asistiendo.
En un momento determinado, dijo: la belleza es acumulativa. Y es verdad. Cuando conociste a tu mujer quizás era más joven, más guapa y más esbelta. ¡Qué importa! Esa belleza, la belleza biográfica, podríamos llamarla, está aún en ella… ¡y en ti! Solo hay que aprender a contemplarla.
Los de fuera no pueden entenderlo, pero los que llevamos muchos años enamorados somos capaces de ver en la persona amada toda su vida: su belleza pasada, su belleza actual y su belleza futura, la interior y la exterior. La belleza humana no desaparece nunca, permanece y se va aquilatando con los sucesivos descubrimientos que el amor va haciendo a lo largo de la vida, de modo que la belleza, ¡también la física!, de los veinte se aquilata con la de los treinta y esta con la de los cuarenta, y así sucesivamente.
Todas las cualidades exteriores e interiores se dan cita en la persona que ves hoy delante de ti, y, aunque tengas una memoria tan mala como la mía, puedes disfrutar ‘de’ y ‘con’ todas ellas. No necesitas la memoria porque, sin que tú te apercibieras, tu inconsciente ha retenido todo lo que ella y tú habéis sido y vivido. Aunque no tuvieras la posibilidad de ver ninguna fotografía de años pasados, si amas de verdad, tus ojos serán capaces de ver en ella toda la belleza existencial que ha ido acumulando, porque lo que iluminará su piel no serán los años de juventud ni las cremas sino el sentirse amada y deseada a través de tu mirada enamorada.
Buen fin de semana.
Javier Vidal-Quadras Trías de Bes
Es acumulatica, incluso cuando la muerte nos separa.
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Gracias, Ramiro, por aportar tu experiencia!! Cuánto ayuda!
Un abrazo!
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Ya veo. Javi. que ese curso que estás haciendo te ha hecho escribir, con la eficacia que siempre lo haces, sobre algunas de las bellezas que conlleva y encierra el ser abuelo
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Ja, ja. Gracias, Tomás! En efecto, los cursos siempre son ocasión propicia para despertar los sentimientos… y la razón!!
Un abrazo!
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Que hermoso todo lo que compartes, gracias
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Muchas gracias!!
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