Los niños tienen una sensibilidad innata para captar las grandes verdades sin complicarse la vida. Tú les dices que en la barriguita de su mamá está su hermanita (y no un mero ser vivo) y ellos lo entienden a la primera sin necesidad de ecografía alguna, y lo viven con absoluta certeza.

El primer aviso de que Elena, la cuarta de nuestros nietos (¡y primera niña!) estaba llamando a la puerta nos lo dio su hermano Tomás, de tres años, hace un par de días. Su madre le amonestó por haber pintarrajeado un libro y él, con toda naturalidad, contestó que había sido Elena, no él. Acto seguido, se dirigió con la palabra a la barriga de Alejandra y, con su lengua de trapo, reconvino a Elenita: ¡Elena, no pintaz libros!

Después de esta milagrosa travesura extrauterina, no me quedó ninguna duda de que Elena quería salir, así que dispuse todo lo necesario: el teléfono sin silenciar por las noches y las llaves del coche preparadas en la cómoda de la entrada.

Loles me dijo que me estaba precipitando, me recordó que era mi nieta, no mi hija, y que a lo mejor no era necesario que yo les llevara al hospital (como sucedió con Tomás) y Alejandra prefería ir sola con Fran, o sea, su marido y padre de la criatura. “¿Fran?, le contesté yo en una primera e irreflexiva respuesta, ¿Fran qué tiene que ver con esto? Esta es una cuestión entre Elena, Alejandra y yo” Después, recapacité y me dispuse a admitir la interferencia de Fran.

La llamada de Alejandra preguntándome si la podía llevar al hospital (así Fran puede ir en moto, me adelanté yo) puso las cosas en su sitio. Y ahí estaba yo esta mañana, como un clavo, a las 7,15h, en la puerta de su casa. La ventaja de ser parto inducido es el control del tiempo. La dejé en la clínica con Fran, quien, nervioso como si fuera el abuelo (¡qué cosas!), apuraba el último pitillo antes de entrar, y me fui al despacho.

Al rato, llegó la primera noticia: le habían puesto la famosa oxitocina, que ya parece el sobrenombre de todos mis nietos. Fran mandó una foto. “¿Tanto cable para una simple oxitocina?”, pensé, y me entretuve comprobando que todos los cables estuvieran bien conectados, no fuera a pasar lo que me contaron de un cirujano: cuando todo estaba preparado para una laparoscopia, entró el cirujano, enchufó su aparato de música y la barriga del paciente empezó a desinflarse porque el ‘lupas’ del cirujano había desenchufado el aparato que suministraba el gas para conectar el suyo.

“Como con mi nieta suceda algo remotamente parecido, pensé, la guerra de Troya consecuente al rapto de Helena por Paris quedará en mera anécdota”. En estas estaba cuando me apercibí de una pantalla que asomaba en la foto detrás de la cama con la siguiente lectura: [139 38]. “¿139 serán las pulsaciones? ¡¿38, la fiebre?!” Estuve en un tris de llamar a la clínica, pero la segunda foto, con Alejandra sonriente sentada en una silla, me tranquilizó y me dispuse a volver a la demanda que estaba leyendo…, un peñazo (¡no entiendo cómo la gente puede pelearse por unos insignificantes miles de euros cuando Elena está luchando por nacer!).

La siguiente foto no fue menos alarmante: ¡Fran durmiendo a pierna suelta! Ya tenía un pie en el rellano cuando vino la rectificación: era una broma. ¿Pero… a quien se le ocurre jugar con estas cosas mientras el abuelo está solo ante el peligro, sufriendo en la distancia y pendiente del móvil? Luego, otra: Alejandra paseando con el suero a cuestas y un lacónico “vamos a la sala de partos”.

Pero, entonces, ¿dónde estaban hasta ahora? ¿Están jugando conmigo? ¡Se acabó! ¡A la porra la demanda¡ ¡Si querías resolver el contrato de licencia, haberlo redactado mejor! ¡Me voy al hospital!

Otro mensaje: “esperando a la doctora”. ¿Será posible? Ante mi pregunta inesperada, el taxista me mira con cara de sorpresa: “¿Cómo lo haría Paris para arrancar a Elena de las manos de Menelao? ¡Hay que sacarla como sea, que estos médicos no saben lo que hacen! Perdone, me excuso, es que esta naciendo mi nieta, Elena, ya sabe…” Me mira indulgente y vuelve al volante.

En la sala de espera todo es espera y silencio. Buena señal. No news, good news. Efectivamente, todo ha progresado como debía y ya tenemos aquí a Elena, la nieta más guapa del mundo (de momento) con un hermano y dos primos mayores dispuestos a defenderla de cualquier pretendiente, aunque haya que provocar la ira de Aquiles.

Muchas felicidades, Ale, Fran y Tomás… y Montse y Carles, nuestros queridísimos consuegros, y toda la familia. La familia, siempre la familia.

¡Feliz semana!

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes

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