Poco tiempo después de la muerte de Miguel Ángel, Paolo Veronese pintó una Última Cena en la que había incluido algunas figuras inapropiadas (soldados alemanes, enanos, borrachos sangrando por la nariz…). Al ser llamado por la Inquisición bajo la acusación de haber tratado indignamente y sin respeto a la verdad un momento tan solemne, y no lograr convencerles, el pintor respondió que también en la Capilla Sixtina los cuerpos de la Virgen, del Salvador y de toda la Iglesia Triunfante estaban representados desnudos, con poca reverencia.
Para su sorpresa, fue el mismo inquisidor quien salió en defensa de Miguel Ángel con una respuesta que se hizo famosa en su tiempo: “¿No sabes que en estas figuras no hay nada que no sea espíritu?” Como Veronese era un tipo listo y sabía que era mejor no entrar en muchas disputas con la Inquisición, resolvió el incidente con una salida creativa: cambió el nombre del cuadro y lo tituló El banquete de Leví (Leví, bautizado Mateo por Jesús, era un rico recaudador de impuestos amigo de publicanos y pecadores).
El desnudo ha sido un tema permanentemente presente en el arte. Del arte pictórico y escultórico pasó al fotográfico y audiovisual, aunque entre los dos hay una importante diferencia: en los primeros la persona es solo el modelo, mientras que en los segundos ella misma se convierte en el propio objeto exhibido.
En la educación de nuestros hijos y de nuestra propia conciencia es importante distinguir cuándo un desnudo es, digámoslo así, ético, adecuado y cuándo no lo es. ¿Por qué los cuerpos pintados por Miguel Ángel son espirituales y pueden contemplarse sin pudor mientras que los cuerpos de las fotografías de un calendario pornográfico colgado en cualquier taller no lo son?
Un primer aspecto a tener en cuenta es la intimidad, que forma parte de la dignidad humana. Cuando en los campos de exterminio se quería desposeer de dignidad a las personas y convertirlas en meros objetos, la violación del pudor humano mediante la desnudez forzada era uno de los primeros recursos. En cambio, el pudor no se viola en una relación sexual íntima porque el amor transforma el pudor en delicadeza y respeta ese dentro, ese mundo interior que el cuerpo de alguna manera expresa cuando se le trata como persona. Cualquier desnudo debería respetar esta dimensión de intimidad que protege el pudor.
El segundo aspecto es la vocación al don de sí, es decir, al amor. El cuerpo humano expresa una vocación de entrega del varón a la mujer y de esta al varón mediante la unión de un cuerpo inescindiblemente unido a un espíritu, es decir, mediante la unión y entrega de la persona toda. Cualquier desnudo debería reflejar también esta dimensión de entrega.
Cómo se traslada esto a la representación del desnudo en el arte o en los medios audiovisuales no es tarea fácil. No hay reglas ni medidas.
Sin embargo, hay obras de arte que “llevan en sí, como escondido, un elemento de sublimación que conduce al espectador, a través del cuerpo, al entero misterio personal del hombre”, mientras que hay otras que lo degradan a mero objeto de placer o de curiosidad. Son obscenas, muestran lo que no debieran o como no lo debieran mostrar. Ob-scenus: opuesto a la escena, que no debería mostrarse.
Hay, por lo tanto, una ética de la imagen, que incumbe al artista, y se aprecia cuando este quiere y logra transmitir no solo el cuerpo humano como objeto, sino como persona, intentando reflejar su mundo interior y su vocación al amor personal. El cuerpo humano es siempre digno; su representación puede no serlo.
Y hay también una ética de la mirada, que concierne al espectador como tarea, y consiste en mirar la obra de arte o la reproducción del cuerpo humano desnudo no como “consumidor superficial de las impresiones«, apropiándose del desnudo en el mero nivel de la sensualidad, sino acercándose a la verdad de la persona que hay detrás de toda reproducción, viendo el alma y no solo el cuerpo. O dejando de mirar cuando la intención o el resultado del ‘artista’ (si es que merece este nombre) es claramente degradante de la persona humana.
La anécdota de Veronese la explicó Benedicto XVI. La idea de la intimidad, el don de sí, el ethos de la imagen y de la mirada y las citas entrecomilladas son aportación de Juan Pablo II. No quería decirlo al principio para no despertar prejuicios. Mejor que sean postjuicios. Lo demás, o sea, nada, es cosecha propia.
Feliz domingo.
Javier Vidal-Quadras Trías de Bes
Gracias Un fuerte abrazo Gustavo
Inviato da iPhone
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Muchas gracias, Gustavo!!
Un fuerte abrazo
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Qué interesante y clarificador artículo. Me ha gustado y lo circulo, con tu permiso.
¡Feliz día del Señor!
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Muchas gracias, Fernando. Igualmente!
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