Esta semana, Loles y yo hemos estado en México: primero, en Ciudad de México y, después, en Puebla. Íbamos a la XI Convención de Lar (IFFD México) y a la I Convención de Bright, ambas en Puebla, y yo aprovechaba también para responder a la amable invitación que me había hecho la Fundación Nairobi para pronunciar una conferencia sobre el matrimonio en Santa Fe (CDMX). Los dos actos resultaron un éxito.

Pero ahora quiero detenerme en uno solo de los eventos: la Convención de Bright. Al principio, no sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar. Como secretario general de la IFFD (www.iffd.org), sabía que en diversos países de los casi 70 en que estamos presentes iban surgiendo grupos de jóvenes profesionales que se aglutinaban en torno al curso Proyecto Personal (https://iffd.org/es/proyecto-personal/). Lo que no esperaba encontrar era una verdadera comunidad, un espacio, como ellos mismos nos explicaban, donde jóvenes profesionales con grandes inquietudes pueden reunirse para formar su cabeza y su corazón.

Y ahí estaban, venidos de todas las ciudades del país: más de cincuenta jóvenes con distintas profesiones y trabajos dispuestos a compartir tres días de intensa formación, trabajo y no poca diversión. Marilupe y Alejandro Jacobo, junto con muchos otros, lideran este proyecto en el seno de la IFFD.

Nuestra misión como institución es “generar dinámicas que ayuden a todas las personas a descubrir la belleza de la vida de familia en un entorno de amistad que promueva la mejora personal”, y eso hicieron ellos.

Analizaron a fondo la huida del compromiso que aqueja hoy a tantos en una sociedad que ensalza el individualismo y el utilitarismo. Confirmaron su firme decisión de no ser uno de esos seres amorfos que la sociedad y los medios configuran a su antojo en estos tiempos de pensamiento débil y corazón tiránico. Y renovaron su compromiso: compromiso con la sociedad, compromiso con los amigos, compromiso con la familia, compromiso con su pareja, compromiso con uno mismo y su propio crecimiento personal.

Varias de las sesiones giraron en torno a la ‘antropología adecuada’ que desarrolló Juan Pablo II, cuyas enseñanzas parten de aquel ser humano originario que, según relata el Génesis, salía al encuentro de Dios a la hora de la brisa, cuando este acostumbraba a salir a pasear, y, en ese encuentro con un valor más alto que él mismo, el ser humano se descubría a sí mismo y crecía en humanidad.

Y, sí, este fin de semana ha sido para todos nosotros, la hora de la brisa. El logo de la IFFD es una hoja de árbol cuyo significado expliqué aquí. Y ahora añado que esa hoja aparece suelta en nuestro logo porque está llamada a desprenderse del árbol ‘a la hora de la brisa’, cuando Dios sale a dar su paseo vespertino.

Hoy es esa hora. La brisa ha removido el árbol y todos los asistentes a la Convención, los jóvenes y los que no lo somos tanto, después de haber absorbido la savia que necesitábamos, hemos emprendido viaje hacia el destino que la brisa de Dios, siempre suave y sugerente, nos muestra.

La nuestra es una hoja libre, autónoma, creativa y comprometida, dispuesta a llevar adonde vaya ese compromiso con la persona y la familia que está en el ADN de la IFFD: soñamos con descubrir juntos la belleza de la vida de familia para inspirar un mundo más humano.

Muchas gracias a todos los directivos de Lar Nacional (IFFD México), Lar Puebla y Bright por habernos brindado la oportunidad de compartir nuestra pasión, la familia, ‘a la hora de la brisa’.

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes