Terminamos el año 2022 con un triste récord de violencia contra la mujer y hemos comenzado 2023 en la misma línea.
Mi buen amigo Miguel Ángel Ariño se preguntaba en su blog [aquí] si no tendríamos que hacer algo más que mejorar la eficacia de las medidas de protección de las mujeres que se encuentran en la dramática situación de sufrir una de las peores violencias que se pueden imaginar: la de aquel a quien quisiste amar un día…, y acaso aún amas.
En el año 2005, cuando Benedicto XVI fue elegido papa, escribí un texto (entonces no tenía blog) que nació más de la intuición que de la reflexión y ya casi ni recordaba. De pronto, ayer me vino a la cabeza, lo busqué, lo encontré y, al releerlo para recordar en estos momentos los lejanos días de su elección, tuve la impresión de que el tiempo había confirmado la impresión que entonces tuve. Sí, Benedicto XVI ha sido, más que un papa, una auténtica madre que ha sabido ennoblecer una inteligencia extraordinaria con la bondad, la humildad y la valentía de quien se sabe creado para el amor. Es este:
Hoy, un brevísimo post para felicitaros la Navidad con esta imagen de san José y el Niño. Como me ha dicho un amigo al recibir a felicitación, este san José parece más bien san Joaquín, el abuelo de Jesús. Y, en efecto, muchas de las grandes obras pictóricas sobre de San José y el Niño, que es lo que buscaba para la felicitación de este año, representan a un San José anciano, cuando debía rondar la veintena.
Y, sin embargo, estos san José ancianos no dejan de emocionarme porque muestran la fuerza de la Fe, que adaptó la lógica humana a la lógica divina. María nació sin mancha de pecado y se mantuvo virgen antes, durante y después de la concepción de Jesús. Pero… ¿Qué pasa con José? Él era como nosotros, debieron de pensar los artistas que pintaban en el esplendor de su vida humana, No se le ahorró, como a María, el pecado original, ¿podría contener su juvenil y natural ímpetu sexual masculino al contemplar cada día la belleza incomparable de la Virgen? Podía, desde luego, porque la castidad es patrimonio y fuerza de la juventud. Pero el pintor, acaso experimentando su propia debilidad humana, resolvió la duda con creatividad artística: adaptando la edad de José para concederle la gravedad de los años que otorgan un mayor dominio sobre el propio cuerpo. Ya se sabe, el arte tiene sus licencias.
María fue la que creyó en lo imposible. José fue el que lo vivió. Así es la Fe auténtica. Una fuerza incontenible, capaz de creer y vivir más allá de nuestras fuerzas, que nos lleva, contra viento y marea, a adaptar toda nuestra vida a la palabra de Dios, que mañana, 25 de diciembre, se alzará un año más con la fuerza de lo débil.
Estos días prenavideños son un momento entrañable para compartir mesa con los amigos, pero a veces los preparativos son realmente complejos y deparan momentos de gran tensión familiar, como el que viví la semana pasada junto con nuestro último hijo, Pablo, de 18 años.
Teníamos un encargo que parecía fácil de ejecutar por dos mentes privilegiadas como las nuestras. Las instrucciones fueron claras y precisas: “tenéis que comprar un corte de queso brie y otro de queso comté en la charcutería Sin-pérdida (es para no hacer publicidad gratuita) de La Illa (un centro comercial de Barcelona) y 12 croquetas (doce) de ceps (una preciada seta) en la pollería también Sin-pérdida de La Illa, que está justo al lado de la charcutería Sin-pérdida, ambas en la planta sótano, cerca de la salida de la calle Numancia, la que baja desde la Diagonal hasta la estación de Sants, justo detrás de la frutería Sin-pérdida”. No había margen de error.
Esta tarde me he encontrado a un viejo amigo, algo mayor que yo, que hacía tiempo que no veía. Habíamos coincidido, primero, dando clases de derecho en los años noventa y, después, en algún juicio, él como magistrado y yo como abogado. El reencuentro ha sido realmente sorprendente. Me lo he encontrado detrás de un altar, celebrando misa. A medida que ha ido avanzando la celebración, me he dado cuenta de que no era una misa, sino una liturgia de la palabra y distribución de la comunión, y mi amigo no era sacerdote sino diácono permanente.
Al terminar, le he ido a saludar, nos hemos dado un gran abrazo y ha compartido conmigo su gran alegría por la vocación al diaconado. Sus primeras palabras han sido: “He dicho sí al Señor, Javier”.
Cuando volvía al despacho, sonriéndome a mí mismo en medio de la calle por la alegría del encuentro, mi cabeza ha vuelto a su vocación de siempre, el matrimonio.
Nunca olvidaré la breve conversación que tuve un día de Navidad con uno de mis hijos que, ‘voluntariamente’ (es decir, con la voluntad que procedía de mi mente), me acompañaba a recoger la comida que habíamos encargado. Estaba en una fase de rebote existencial y entró en el coche con la desgana y enfurruñamiento típico del adolescente que quiere hacer notar su oposición. Se repantigó en el asiento del copiloto, los pies en el parabrisas, y, por si me quedaba alguna duda de su rechazo, se enchufó los auriculares a tal volumen que yo mismo podía tararear las canciones que supuestamente él escuchaba. Aproveché la ventaja que me daba saber cuándo terminaba cada canción y, entre pista y pista, lancé una pregunta al aire. Para mi sorpresa, la recogió, se bajó un auricular y entablamos un breve diálogo parecido a este:
“Una antropología adecuada” fueron las palabras con que san Juan Pablo II denominó sus ciento treinta y cuatro catequesis sobre el amor humano.
Un buen día del año 2020 comencé a leerlas. Como la vida no me deja mucha holgura, tardé casi un año. No fue una lectura fácil. En las vacaciones del verano de 2021 decidí hacerme un resumen y un buen día del otoño de 2021, sentado ante mi mesa de trabajo en el salón de mi casa, me asaltó un idea peregrina: ¿es posible integrar la catequesis, honda y compleja, de la teología del cuerpo en la vida diaria de una persona?
Y me puse a escribir. A medida que avanzaba me di cuenta de que había sido osado y optimista. Hay partes de las catequesis de mucha altura y abstracción intelectual que se resisten a ser reducidas a una imagen cotidiana. Aun así, lo he intentado.
Soy consciente de que el ejemplo y la anécdota son siempre reductoras de la realidad y de la verdad, que solo evocan parcialmente y a veces incluso pueden desdibujar, pero creo que a alguien con espíritu más práctico que especulativo le pueden ayudar. En última instancia, pensé mientras iba escribiendo aquellas partes más arduas, siempre harán la lectura más descansada, pues la prosa de Juan Pablo II exige mucha concentración.
Es un libro de imágenes entrelazadas con razonamientos. Las imágenes responden a mi vida. Los razonamientos, a la ‘antropología adecuada’ de san Juan Pablo II. En un momento cultural en que el corazón amenaza con usurpar el papel de la inteligencia, he aquí un intento de unir los dos. A fin de cuentas, se siente y se piensa con la vida, con la vida biográfica, decía Julián Marías.
Y para muestra, un botón. Reproduzco a continuación unos párrafos de un capítulo para que os podáis hacer una idea del estilo del libro:
La semana pasada estuve desayunando con un buen amigo, una persona profunda e inteligente. Hablamos de lo humano y de lo divino y, a raíz de esto último, cuando ya nos despedíamos, me preguntó: “Javier, ¿tú nunca tienes dudas de fe?” No es una pregunta fácil de responder porque depende de lo que se entienda por fe y de lo que se consideren dudas.
Estamos en una época en que el corazón tiende a usurpar el papel de la cabeza. Los sentimientos son muy importantes, pero no deben invadir el terreno de la razón. Von Hildebrand (lo traté aquí) hablaba del corazón tiránico, aquel que ocupa el lugar de la razón y acaba decidiendo por ella. Por ejemplo, aquella persona incapaz de negarle una botella de whisky a un borracho porque le puede más la compasión que experimenta ante su petición conmovedora que el daño que sabe le causará. Es bueno tener un corazón muy grande…, siempre que no se dedique a pensar en lugar de la cabeza.
La fidelidad es el arte de enamorar a lo largo del tiempo, leí en un libro este verano. Ninguna definición es perfecta ni exhaustiva, pero esta me gustó por varias razones.