Ayer tuve ocasión de asistir a una conferencia pronunciada por Joan Costa sobre el transhumanismo, que es la ideología que está detrás de la aplicación indiscriminada al ser humano de cualquier tecnología que le permita superar sus límites originarios y adquirir unas capacidades y poderes casi inimaginables. La carrera hacia el superhombre. La técnica ya existe. Solo queda desarrollarla y perfeccionarla.
¿Por qué no manipular nuestros genes para que nos salgan alas o implantar un músculo o un hueso mil veces más potente y resistente que los que tenemos actualmente? ¿Por qué no regenerar nuestras células para extender la juventud y la vida mientras el mundo exista? ¿Acaso no lo hemos intentado siempre con métodos más rudimentarios como el deporte, el entrenamiento o los cosméticos? Muchos interrogantes percutieron en nuestras cabezas y no es posible resumir aquí todo lo que se dijo.
Al final, el conferenciante transmitió el criterio ético: el problema no está en la tecnología, sino en las intenciones. El transhumanismo como ideología lleva al desprecio del débil y a la promoción del fuerte, al narcisismo y la promoción personal, y puede acabar incapacitando para amar. Afirmó, recordando a Benedicto XVI, que “un mundo que desprecia la enfermedad, la debilidad y el dolor acaba siendo cruel e inhumano”.
Esta mañana, cuando, antes de ponerme delante del ordenador, he reflexionado un poco sobre la conferencia de Mosén Costa, me ha venido a la cabeza un librito indispensable de C.S. Lewis que leí hace bastantes años: La abolición del hombre. En él, el autor hace una esclarecedora defensa de la moral natural, de la existencia de una verdad objetiva que se eleva por encima de las personales preferencias y tendencias.
Su tesis es que, cuando el ser humano haya conseguido dominar la naturaleza y dominarse a sí mismo por completo, dejándose llevar por el falso destello de una tecnología sin límites impulsada por los instintos y el dinero y no por la razón que descubre la verdad, el resultado será la abolición del hombre. Porque la historia ha demostrado que la naturaleza humana, cuando se topa con el poder omnímodo, suele perder de vista la verdad objetiva del amor y el servicio a los demás y termina utilizándolos.
A esa verdad objetiva, el autor, por simplificar y no adscribirla a una religión o tradición sapiencial determinada, la llama el Tao: “es la doctrina del valor objetivo, la convicción de que ciertas actitudes son realmente verdaderas y otras realmente falsas respecto a lo que es el universo y a lo que somos nosotros”.
Las emociones y los deseos personales pueden estar de acuerdo o no con esta razón objetiva: “he de reconocer –dice Lewis- que no me gusta en demasía la compañía de niños pequeños: puesto que hablo desde el reconocimiento del Tao, confieso que esto es un defecto mío”. Y esto lo afirma ¡en 1943!, antes de que su tesis se confirmara con el descenso de la natalidad derivado del estado del bienestar (siempre el personal, claro) de las sociedades supuestamente más avanzadas que dejaron de ver al niño como un don y lo transformaron en carga (a evitar) o deseo (a conseguir a cualquier precio).
La conclusión a que llega el autor es demoledora (perdón por la larga cita): “El poder del hombre para hacer de sí mismo lo que le plazca significa el poder de algunos hombres para hacer de otros lo que les place […] por el momento, de la victoria del Hombre sobre la Naturaleza se saca una conclusión: la sumisión de toda la raza humana a algunos hombres, y estos hombres sujetos a lo que en ellos es puramente ‘natural’: a sus impulsos irracionales. La naturaleza, sin el obstáculo de los valores, rige a los Manipuladores y, a través de ellos, a toda la humanidad. La conquista de la Naturaleza por parte del Hombre se revela, en el momento de su consumación, como la conquista del Hombre por parte de la Naturaleza”.
A la vista de la capacidad técnica actual, la visión sagaz y penetrante de Lewis adquiere casi tintes proféticos y puede llegar a asustar. Sin embargo, en la predicción está incoado el camino para superarla: la educación en los valores objetivos. Primero, la lucha intelectual para conocerlos, contrastarlos y acordarlos; después, el esfuerzo personal para vivirlos; por último, la competencia educativa para enseñarlos. Como afirma Lewis: “si el hombre elige tratarse a sí mismo como materia prima, se convertirá en materia prima; no en materia prima a manipular por sí mismo, como con condescendencia imagina, sino a manipular por la simple apetencia”.
Y entre esos valores, el primero son los demás. Así que acabo volviendo al pensamiento de Benedicto XVI: “un mundo que desprecia la enfermedad, la debilidad y el dolor acaba siendo cruel e inhumano”.
Javier Vidal-Quadras Trías de Bes
Reblogueó esto en viajealparaiso.
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La enfermedad tan dura de mi padre mezclada con amor incondicional, está teniendo repercusiones maravillosas e inexplicables. “Vivir para ver”.
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Te he encontrado gracias a que un bot reconocio el hastag #transhumanismo, y lo compartio en Telegram.
Si bien me estoy metiendo en la IA, respecto desde un plano humanista, soy bastante critico con el transhumanismo, ( y a pesar de eso me he metido en un foro Transhumanista), estoy de acuerdo contigo en todo el desarrollo del articulo.
Mi duda es, ¿quien habla a favor? pues unos Egos muy crecidos, desconectados de cuerpo y alma, y así, si, son bastantes peligrosos.
No creo que ellos mismos hayan parado a observarse realmente, ni siquiera hayan por ellos mismos llevar al limite las capacidades que le puede otorgar su propio cuerpo, pero claro, si tengo una cartera llena de billetes que me permita eso sin esfuerzo.
Hace unas semanas, cuando prepare y publique la entrada -¿QUE ES LO QUE SOY YO? -Transfiriendo mi mente a otro
cuerpo(https://www.empatiaeia.com/transfiriendo-mi-mente/) me hacia continuamente la pregunta, ¿se están dando cuenta de lo que perderían de pasar a un cuerpo sintético? ¿Que pasarían con esas sensaciones que sentía cuando escuchaba su música favorita, o degustaba su postre preferido, u olía las rosas ? .
Su percepción cambiaría, por tanto, su forma de ver el entorno también, lo alejarían del resto de las personas llevándonos a una «especie» que desprecia la enfermedad, la debilidad y el dolor acabando siendo cruel e inhumano”.
Yo de momento, con mi web, trato de poner un granito de arena para que esto no sea asi, En general estamos muy desconectados de nosotros mismos, y eso es un peligro bastante grande.
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Muchas gracias. Quizás el gran error de los transhumanistas sea la utilización de este término tan pretencioso, pues, al fin y al cabo, desde que el hombre es hombre ha procurado trascender sus limitaciones, y eso no es realmente una novedad. Muy sugerentes los interrogantes. Allí hay otra cuestión a abordar: ¿se conocen realmente las consecuencias de estas transformaciones?
Tengo pendiente leer con calma tu blog, que, en una primera aproximación me parece muy interesante. ¡Me temo que necesitaré unos superpoderes transhumanistas para lograr ampliar la duración de mis horas!
Muchas gracias por tu aportación.
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¡Gracias, Javier!
Es realmente impresionante… El perder el norte real hace que perdamos el rumbo, y, en este caso, al hombre como tal. Hay que trabajar y poner el remedio, cada uno en su ámbito… Lo que dices sobre el dolor, me ha recordado un post que escribí por otro de sus libros, «El problema del dolor», con connotaciones sobre la empatía y la compasión, y semejantes a las de BenedictoXI.
Un saludo,
Mjose Calvo
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Muchas gracias, María José. MUy de acuerdo: ¡si empujamos entre todos, lo humano seguirá siéndolo siempre!
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Me gusta el artículo, pero creo que debemos evitar la dicotomía «conquista de la Naturaleza vs. humanización»; desde que existe el ser humano ha procurado, hasta ahora con éxito creciente, superar los límites naturales, ¿o no? No veo en ello ninguna oposición al pleno desarrollo humano en todas sus dimensiones, incluida la espiritual. Me atrevo a interpretar a Dios suponiendo que es Su Voluntad que evitemos en lo posible el dolor y el sufrimiento y que mejoremos nuestras «prestaciones» y «habilidades».
Creo que la Humanidad ha sido «transhumanista» desde el minuto 1.
El hecho de que algunos, con la culpable pasividad de muchos, utilicen los avances técnicos, científicos, conceptuales, exclusivamente en beneficio propio, o en perjuicio de todos, no debe suponer, me parece a mí, que esos avances sean intrínsecamente malos.
Saludos cordiales,
@JFCalderero.
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Muchas gracias por el comentario, con el que estoy sustancialmente de acuerdo. Es el problema de la corta extensión de un post, que no permite muchos matices. En efecto, el mensaje del post es que el problema no está tanto en la tecnología como en la intención que hay detrás, pues está en la naturaleza del ser humano transformar y mejorar su entorno y a sí mismo, y eso no debería ser problemático en sí mismo considerado.
Quizás la cita de Lewis lleva a confusión, pues, sin haber leído el libro, es difícil captar el sentido que él da a la palabra Naturaleza, que no es un estado natural roussoniano sino la tiranía de lo instintivo sobre las demás dimensiones humanas, que acaba llevando al egoísmo, la frialdad y la subyugación de los demás. Salvado esto, bienvenido sea cualquier avance humano, que no transhumano, pues eso sería una contradicción en los términos: no debería lo humano consistir en abandonar lo humano.
Gracias por la aportación.
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En efecto, «la corta extensión de un post …/… no permite muchos matices», que son necesarios.
Creo que el notable avance de las Ciencias Experimentales, Física, Química, y otras «hermanas», puede deberse, en buena medida, a haber adoptado una terminología consensuada y definida bastante inequívocamente. Es verdad que al definir necesariamente se restringe la naturaleza de lo definido exclusivamente a los aspectos expresables en algunos de los códigos «lingüísticos» de los que nos hemos dotado los humanos, tales como los idiomas convencionales, lenguaje matemático, simbologías diversas, etc., pero, dentro de esa limitación de fondo, hay que reconocer que disponer de una nomenclatura, una morfología y una sintaxis internacional ha permitido el desarrollo científico-tecnológico actual.
En las Ciencias Humanas ocurre todo lo contrario; la polisemia y la sinonimia son lo habitual en el discurso académico y en el lenguaje cotidiano. Curiosamente, en los ámbitos de conocimiento más importantes es donde menos se práctica esa imprescindible, y tan cacareada, interdisciplinariedad. Ni siquiera hay forma de entenderse dentro de una propia disciplina, ¡cómo para arriesgarse a generar ámbitos de ¿encuentro?!
Pienso que necesitamos imperiosamente «lanzarnos» a crear un glosario (riguroso, pero divulgativo), que recoja no solo el uso (diversísimo) que se le da a las palabras más significativas, sino la «osadía» de generar nuevos términos que podamos aplicar para expresar adecuadamente los distintos significados actuales de una misma palabra. Amor, libertad, creatividad, dignidad, etc. son algunos de los muchísimos ejemplos que podíamos citar.
Un saludo muy cordial,
@JFCalderero.
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