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Familiarmente

~ Ser y vivir en clave de familia

Familiarmente

Publicaciones de la categoría: Crecimiento personal

Vegetarianos por amor

06 miércoles Mar 2019

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Espíritu

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Hubo un tiempo en que parecía estar de moda definirse como católico no practicante. Y a mí, que era (y sigo siendo) católico, me parecía una contradicción. La primera imagen que me venía a la cabeza era la de una persona zampándose un gran filete de buey que dijera: soy vegetariano no practicante. Un contrasentido. Nadie le tomaría en serio. No resulta muy coherente ser vegetariano y engullir un entrecot.

Y es que ser católico y no ponerlo en práctica es perderse lo mejor de ser católico. Sobre todo hoy en día, que ser católico no tiene muy buena prensa, mientras que practicar lo propio del catolicismo sí la tiene (sobre todo si no se asocia con ser católico): ayudar a los demás, ser solidario, dar dinero a los que lo necesitan, ser austero en el uso de los medios y no esquilmar los recursos naturales, amar a todos sin distinción, practicar la meditación personal, participar en asambleas (en griego, ἐκκλησία, es decir ecclesia)…, en fin, lo característico del catolicismo. A no ser que uno haya tenido la mala suerte de conocer a pocos católicos y que todos practiquen mal su fe, que ya es mala suerte, con la de millones que hay.

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Prejuicios

28 jueves Feb 2019

Posted by javiervq in Crecimiento personal

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Estaba satisfecho: hacía tan solo unos meses que se había incorporado a una de las firmas de mayor prestigio del país. Tenía ante sí una brillante carrera y era consciente de lo mucho que podía aportar. Era un joven abogado con una familia incipiente, cinco años ya de ejercicio profesional, una depurada educación y formación académica y, además, profesor universitario. 

Bastaron dos o tres reuniones con el director de la oficina, unos treinta años mayor que él, para darse cuenta de que el hombre estaba ya un tanto desfasado. Aunque el director podía aportar el peso de su experiencia y veteranía, algunos jóvenes asociados no parecían reconocer en esas cualidades otra cosa que el paso del tiempo: “¿Acaso es esto un Ministerio, en que la gente progresa por quinquenios? Aquí lo que cuenta es la eficacia y la rentabilidad -le había dicho un compañero al joven abogado, criticando al director-, a este le queda un telediario”.

Además, su vida personal tampoco era una maravilla. Estaba divorciado. No como él, que tenía una familia creciente y unida.

Una tarde, el joven y -según algunos decían- brillante abogado entró en el despacho del director para preparar la estrategia a seguir ante una eventual demanda judicial con la que habían amenazado a un cliente. Se trataba de elucubrar acerca de las posibles acciones que emprendería el contrario y preparar una estrategia defensiva que mejorara la posición del cliente.

Cuando estaban reunidos delante del ordenador del director analizando los documentos enviados por su cliente, el aviso de un email entrante saltó a la pantalla. El asunto del email era: “estrategia procesal”.

-Qué raro… -se extrañó el director-. Es del abogado contrario de este asunto. A ver si quiere llegar a un acuerdo…

El email adjuntaba un archivo en formato Word con el mismo título. Lo abrió y se encontró con un regalo inesperado: el informe que el abogado contrario dirigía a su cliente y que, como se deducía de las primeras líneas del índice, contenía la propuesta de ejercicio de acciones judiciales detallada hasta el extremo.

-¡Has visto! ¡Se ha equivocado! Nos ha mandado a nosotros el email dirigido a su cliente… ¡Lo tenemos! ¡Qué fuerte! –exclamó el joven abogado.

El director le miró sin inmutarse, pulsó las teclas mayús+supr y eliminó el email permanentemente. Acto seguido, envió un email al abogado contrario advirtiéndole de su error y asegurándole que, naturalmente, no había accedido al contenido del archivo adjunto y lo había eliminado de forma definitiva.

Después, sin dar explicación alguna, se dirigió al joven y supuestamente brillante abogado y le invitó a reflexionar aún con más ahínco y perspicacia sobre la estrategia defensiva a seguir, ahora que tenían la certeza de que una acción judicial bien estudiada iba a ser presentada en breve.

El joven y ya menos brillante abogado no acertó a decir nada. Acababa de recibir de la manera más natural y delicada una de las lecciones profesionales más extraordinarias que recibiría en su vida. Y, junto a la profesional, una todavía más profunda lección humana. En escasos diez segundos había podido calibrar la hondura moral de alguien a quien, con cuatro datos mal interpretados, había tenido la tentación de mirar por encima del hombro.

La verdad es que cuando, hace ya unos 25 años, me sucedió esto, no existían los emails, el informe lo recibimos por fax, el director (que ya ha fallecido) lo hizo trizas ante mis narices, lo tiró a su papelera y acto seguido contestó con otro fax indicando al remitente el error que había cometido, pero he pensado que valía la pena modernizar la anécdota, que tanto me sirvió en el futuro para reprimir los juicios temerarios y para orientar mi conducta profesional, a fin de que los lectores de cualquier edad la pudieran entender en la primera lectura.

¡Qué injustos pueden llegar a ser los prejuicios!

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes

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Influencias

23 sábado Feb 2019

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Familia y sociedad, Hijos

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Un asunto crucial en la educación y, en general, en las relaciones humanas es el de la libertad. En más de una ocasión he recordado las palabras con que Luis Bordonaba, gran profesor y mejor persona, comenzó una conferencia sobre la adolescencia a la que tuve la fortuna de poder asistir: “cuando se trae un hijo al mundo, solo hay un objetivo: ¡sacarlo de casa!” Después explicó que “sacarlo de casa” consistía en educarle para la libertad, para que sea él mismo, autónomo, resistente y real lo antes posible. Hoy diríamos: empoderarle.

Podríamos preguntarnos: entonces, ¿hasta qué punto es bueno que en nuestra tarea educativa ejerzamos una profunda influencia en nuestros hijos? Si así lo hacemos, ¿no estaremos impidiendo el desarrollo de su propia personalidad?

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¿Transhumanos?

09 sábado Feb 2019

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Espíritu

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Ayer tuve ocasión de asistir a una conferencia pronunciada por Joan Costa sobre el transhumanismo, que es la ideología que está detrás de la aplicación indiscriminada al ser humano de cualquier tecnología que le permita superar sus límites originarios y adquirir unas capacidades y poderes casi inimaginables. La carrera hacia el superhombre. La técnica ya existe. Solo queda desarrollarla y perfeccionarla.

¿Por qué no manipular nuestros genes para que nos salgan alas o implantar un músculo o un hueso mil veces más potente y resistente que los que tenemos actualmente? ¿Por qué no regenerar nuestras células para extender la juventud y la vida mientras el mundo exista? ¿Acaso no lo hemos intentado siempre con métodos más rudimentarios como el deporte, el entrenamiento o los cosméticos? Muchos interrogantes percutieron en nuestras cabezas y no es posible resumir aquí todo lo que se dijo.

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Bar Versalles

12 sábado Ene 2019

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Familia y sociedad

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Ayer me invitaron a dar una charla a un grupo de jóvenes en el bar Versalles. El bar, aunque tenga este nombre tan parisino, está en Barcelona, que nadie se haga ilusiones, o sí, porque Barcelona es una de las ciudades más bonitas del mundo, si no la más.

La charla fue en una especie de altillo que tiene el bar. Retiraron las mesas, colocaron sillas en forma de U y se juntaron unos treinta jóvenes. Me pidieron hablar sobre noviazgo, amor y comunicación de pareja, y así lo hice. Tuve que improvisar un poco porque, mea culpa, me había confundido de charla y había preparado una sobre el matrimonio.

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El MAPA

19 miércoles Dic 2018

Posted by javiervq in Crecimiento personal

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El idioma inglés tiene una especial facilidad de adaptación. Quizás por eso la mayoría de tecnicismos y neologismos son, a la vez, anglicismos. No pocas palabras de las que utilizamos en el día a día son acrónimos en lengua inglesa: WIFI, laser, RAM, PC, USB, etc.

Uno bastante reciente es FOMO, que responde a fear of missing out (miedo a perderse algo). La verdad es que, si tomamos las iniciales de la traducción al español, también resulta un acrónimo interesante, MAPA (Miedo A Perderse Algo), pero nuestra lengua, hay que admitirlo, no es tan ágil como el inglés y, por esnobismo o por pereza, acabamos asimilando la forma inglesa.

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La espera

26 lunes Nov 2018

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Matrimonio

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Hace unos días me llegaron unas palabras pronunciadas por don Stefano, sacerdote de la Comunidad del Cenáculo, un movimiento que ayuda a jóvenes con adicciones a rehabilitarse mediante la oración, el acompañamiento y el trabajo, dirigidas a los padres de los residentes: “Cuando uno de vuestros hijos nos escribe una carta diciendo que quiere ir a las misiones o quiere hacer aquello o lo otro…, esperan. ¿Y por qué esperan? Porque el tóxico es aquel que escapa siempre de lo que vive, y vive permanentemente escapando. A veces, también nosotros escapamos así. Estás en una casa donde te cuesta un poco…, como uno que no está bien con su mujer y dice: ‘bah, mejor me busco otra que me sonría más…’ o alguna que tiene dificultades con el marido… Así es, para nosotros, la mentalidad intoxicada de nuestra vida. Cuando hay un momento de dificultad, escapamos pensando que esa fuga nos hará más felices y, en cambio, nos acaba entristeciendo más. Por eso hacemos esperar a vuestros hijos, para que su marcha no sea una huida, sino una donación, que sea una semilla que Dios les ha puesto en el corazón y después crece”.

La reflexión me recordó el tiempo en que mi hermano pequeño, monje de la Comunidad del Cordero, barruntaba su vocación. Estaba estudiando Derecho y, como sintió con fuerza la llamada, decidió abandonar la carrera para irse con la Comunidad. El prior le aconsejó que terminara antes la carrera: “si tu vocación es auténtica, seguirás teniéndola entonces”. Terminó la carrera y decidió hacerse objetor de conciencia para no tener que hacer el entonces obligatorio Servicio Militar, pero el prior de la Comunidad le volvió a decir: ‘cumple el Servicio Militar, que, si tienes vocación, la seguirás teniendo cuando acabes la mili’. Mi hermano obedeció y hoy, más de veinte años después, es un monje feliz, entregado a Dios y a los demás.

La espera es importante también en la familia. En especial, cuando se trata de tomar decisiones de calado. Podemos sentir grandes impulsos, a veces meramente pasionales y otras más espirituales, que nos empujan en distintas direcciones. No siempre hay que seguirlos. Es necesario discernir su procedencia, su móvil, su destino y, sobre todo, su coherencia con la plenitud de vida que hemos elegido al optar por el matrimonio y la familia.

En no pocas ocasiones, estos impulsos vienen disfrazados de bondad, incluso de caridad. Otras veces, se confunden con la felicidad…, normalmente la nuestra, claro.

Cuando empezaba a ejercer la profesión de abogado, una persona pidió un día al abogado con el que yo trabajaba que le preparara la transmisión de todo su patrimonio a su mujer y a sus dos hijas pequeñas. Yo, recién licenciado y presente en la reunión, pensé: ‘un gesto noble y desprendido’..., hasta que desveló el motivo: había descubierto que su vocación era la de ser misionero laico y quería abandonar a su mujer y sus hijas por esa generosa y entregada causa. El abogado con quien trabajaba (y mi primer e inolvidable maestro en esta profesión), con gran experiencia y sentido ético, hizo una delicada reflexión y declinó amablemente llevar el asunto.

Detrás del altruismo aparente, se escondía una visión egoísta de la caridad. En el fondo de su decisión estaba él mismo, que era en realidad a quien buscaba, instrumentalizando en cierto modo a los pobres del tercer mundo. Si de verdad pensaba sinceramente en la felicidad de los demás, debía empezar por los suyos, me explicó mi mentor.

San Agustín llamaba a este principio el ‘ordo amoris’: el orden o jerarquía en los amores. Y proponía empezar por los que están más cerca de nosotros, aunque haya momentos en que pueda hacerse exigente.

Por eso la espera es tan conveniente, porque nos ayuda a distinguir y a ubicar nuestros amores en el lugar adecuado. Ahora bien, ha de ser una espera activa, prudente y sabia, que pida consejo, si es necesario, para salir de esa “mentalidad intoxicada de nuestra vida” de que hablaba don Stefano, no sea que nos pasemos la vida huyendo de nosotros mismos y nos demos una y otra vez de bruces con nuestra propio y egocéntrico interés.

Javier Vidal-Quadras Trias de Bes

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Si escuchas, no hables

08 jueves Nov 2018

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Matrimonio

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Esta semana ha fallecido la madre de un buen amigo mío. Hubo una época, hace años, en que nos veíamos mucho. Después, la vida nos llevó a cada uno por distintos caminos. Nos hemos ido viendo sobre todo en celebraciones. ¿Qué tal? ¿Cómo va todo? Pues bien, ¿y a ti? No me puedo quejar, ya sabes… Ya, ¿la familia? ¿Todos bien? Sí, ¿y vosotros?, etc.

Cuando una amistad ha cuajado, hay algo que enraíza en la persona y queda en el interior. Pueden pasar largos años sin siquiera verse, sin hablar, pero hay una unión difícil de explicar que permanece como un rescoldo y, un buen día, un pequeño soplo de aire lo enciende y vuelve a prender.

Un funeral es un buen momento para conocer a la gente. Y un funeral de una madre, más todavía. Es un momento muy especial. Parece que algo muy nuestro se nos va, aunque, con el paso del tiempo, vuelve, sobre todo si crees, como a mí me parece evidente, que la vida no termina en este mundo. Y vuelve con una serenidad inesperada.

A mi amigo yo ya le conocía, pero en el funeral de su madre mostró lo mejor de sí mismo. Él no se dio cuenta, claro, porque la gente buena no percibe sus gestos más grandes: lo grande suele manifestarse en lo pequeño.

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Disfrutar de la vida

24 lunes Sep 2018

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Hijos, Matrimonio

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“La medida en el amor está en amar sin medida” es una de las frases de san Agustín que uno ve escritas y dichas con frecuencia. Es bonito decir frases bonitas. Y también es fácil. Vivirlas ya es otra cosa.

Un momento en que se da una fuerte presión social para poner medida al amor es el periodo inmediatamente posterior al matrimonio, en caso de que este exista, claro. El momento de decidir la concepción del primer hijo.

“¡Pero, hombre, no os precipitéis! Disfrutad unos años de la vida y ya luego vendrán los hijos”, suele ser el consejo más escuchado en ese periodo. “¿No ves que ahora te quitará la libertad de los mejores años de tu vida y puede dificultar tu carrera profesional?”.

Desde luego, respeto la postura de quien así piensa. Pero ahora quiero dirigirme a quienes habiendo apostado por la vida sufren esa presión de todo su entorno.

A mí me sucedió algo parecido. Me casé muy joven (con 22 años) y me puse a estudiar una oposición (que después dejé para dedicarme a la abogacía), mientras mi mujer trabajaba. Ya esa decisión fue un notable escándalo en mi círculo de amigos. No se estilaba casarse tan pronto, y menos aún sin que el marido tuviera un trabajo fijo.

Pero en ningún momento se me ocurrió, se nos ocurrió, que debiéramos aplazar el nacimiento de nuestro primer hijo. Y eso que nos costó lo nuestro. Cada mes que pasaba sin que mi mujer se quedara embarazada suponía una gran decepción.

Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que lo que nos sucedía era justamente lo mismo que ocurre a quienes aconsejan, y ya aconsejaban entonces, esperar. La razón que nos movía a buscar denodadamente abrir paso a la vida en nuestro matrimonio era, paradójicamente, la misma: ¡queríamos disfrutar de la vida! Y pensábamos que la mejor manera de disfrutar de la vida era con la vida misma, con la vida que llevábamos en nuestras entrañas.

¡Y vaya si lo hicimos! Aún recuerdo con nostalgia aquellos años en que el tiempo del amor propio se deslizaba entre los dedos y se transformaba en amor paterno, a veces casi impuesto y a contrapelo, pero siempre con la fuerza y la intensidad de lo nuevo y maravilloso. Aquel tiempo en que leer un libro constituía una auténtica proeza y dormir ocho horas, un bendito regalo. Y, sin embargo, era un tiempo feliz, de abandono de sí mismo. Un tiempo en que percibías con inusitada intensidad que la vida te estaba regalando un crecimiento personal que ni el mejor gurú del mundo te podía proporcionar.

Aunque entonces yo no sabía expresarlo, amaba tanto a mi mujer que no era capaz de separar su persona de sus bienes. Y buscaba, acaso sin plena conciencia de hacerlo, todo aquello que la completara como persona y nos colmara a nosotros como matrimonio. ¿Y cuál era el bien fundamental sino la vida, la vida que intuíamos se escondía en nuestros cuerpos?

Gracias a Dios, mis amigos más próximos pensaban del mismo modo, aunque quizás debería decir que ninguno de nosotros lo pensábamos mucho: amábamos a nuestras mujeres y eso era suficiente. Veíamos natural que, junto con la diversión, el servicio, el tiempo juntos, las delicadezas, las caricias, los abrazos y la relación sexual, los hijos formaran parte de la esencia del amor matrimonial. Y, como todos teníamos hijos y estábamos igual de ocupados con ellos y en ellos, compartíamos anhelos y experiencias, agobios y alegrías. Nos acompañábamos en el camino de la vida y disfrutábamos de ella con mucha más intensidad, en parte y precisamente, gracias a los hijos que tuvimos sin poner límite ni trabas al amor, como Agustín de Hipona aconsejaba.

El tiempo también me ha mostrado que muchos de aquellos que decidieron aplazar sine die la llegada de los hijos y calcularon con la fría y torpe cabeza (¡que tan poco sabe de amores!) su trayectoria profesional, matrimonial y paternal, acabaron encerrados en su propio cálculo y, cuando se despertaron al amor completo, la naturaleza les negó o dificultó gravemente su programa.

La vida tiene una parte de misterio que nadie puede descifrar. Hay que aceptarlo. Ni en este siglo de las seguridades somos capaces de controlarlo todo. Mi consejo, pues, a los recién casados no puede ser otro que el de Agustín. No te engañes. Pon lo esencial primero. Ábrete al amor sin condiciones y no juzgues el futuro con tus capacidades del presente, que, cuando llegue a tu vida ese hijo tempranero, tu amor de padre y de madre te mostrará el camino a seguir con una nueva lucidez y competencia.

¡Y a disfrutar de la vida!

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El Cielo son los otros

29 miércoles Ago 2018

Posted by javiervq in Crecimiento personal, Familia y sociedad, Matrimonio

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En un lugar de esta tierra de cuyo nombre no quiero acordarme, una persona cuyo rostro he olvidado me describió el otro día un programa de televisión cuyo título sí retuve aunque intentaré no recordar: First Dates. Lo vino a definir como una feria de los egoísmos más burdos, en que se ponen en contacto dos personas que se dedican a buscar un apéndice para sus vidas, un títere que les acepte sin pretender de ellos ningún esfuerzo, mucho menos algo que lejanamente se parezca al amor.

Este comentario divertido en una comida de amigos me trajo a la memoria una frase que se ha convertido en un lugar común aceptado acríticamente en la concepción actual de la libertad: “mi libertad termina donde la de los demás empieza”. Se trata de una visión individualista de la libertad humana que, como afirma Bellamy, considera la sociedad como una yuxtaposición de libertades en la que las libertades de los demás se presentan como una amenaza constante a la mía. Ciertamente, si mi libertad termina donde comienza la de los otros, la convivencia en sociedad es un juego de suma cero (cuando uno gana, otro pierde) en el que, cuanta más libertad tienen los que me rodean, menos tengo yo y viceversa, de modo que he de estar siempre atento a defender mi propia parcela de libertad, no vaya a ser menoscabada por la libertad ajena.
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