Yo no soy abuelo, estoy casado con una abuela, dijo, entre bromas y veras, un amigo nuestro. La frase me pareció muy ocurrente y pensé en adoptarla. Pero, claro, llegó el fin de semana, vino nuestro nieto Tomás a casa y con su primer ‘elo’ (su traducción de ‘abuelo’), la frase ocurrente se tambaleó.
Y ayer, con la llegada de Nico, nuestro segundo nieto, se ha borrado definitivamente de mi horizonte vital. Nico se ha hecho de rogar un poco. Cuando Bea nos dijo, a las siete de la mañana, que había roto aguas y se iban a la clínica, nos preparamos para ser abuelos de nuevo en la mañana.