A veces, los padres tenemos la sensación de ser unos aguafiestas profesionales. Esta impresión adquiere especial intensidad durante los años de adolescencia de nuestros hijos, en que la palabra “no” sale con frecuencia de nuestros labios.

José Miguel Reig, gran amigo mío y uno de los más directos culpables de que yo me introdujera en esta aventura apasionante del Family Enrichment (Orientación Familiar), nos tranquilizó mucho a Loles y a mí cuando nos dio la pauta mágica: “hay que aprender a convivir con malas caras”.

Pero, ¿de dónde procede esta sensación de que la educación, como la moral, tiene una carga en exceso negativa?

Leonardo Polo, un filósofo de frases enigmáticas cargadas de contenido, lo explica con la mejor definición de moral (trasladable, creo, a la educación) que he leído: “la moral es el amor y sus contornos”.

San Agustín había dicho ya aquello de “ama et quod vis fac”, que algunos comodones han traducido como “ama y haz lo que te apetezca”. En realidad, intuyo (no soy latinista, pero todavía conservo bastante sentido común) que algo, no todo, de lo que quería decir el de Hipona era: “ama y lo que ames haz”, dicho de otra manera: “obras son amores y no buenas razones”.

En efecto, tanto la moral como la educación consisten en enseñar a amar. Pero, ¿cómo se enseña a amar? Están, claro es, el ejemplo, la motivación, el acompañamiento, etc. Y también está la obligación de mostrar los límites.

Muchas reglas morales son negativas porque, como dice Polo, son los contornos del amor. Indican el límite fuera del cual no hay amor: no mates, no robes, no engañes, no mientas, no seas desleal… Quien ama mucho y bien no necesita límites ni reglas ni mandatos. Él mismo es su norma de conducta, porque lo malo no le viene a la cabeza. Ese es el trasfondo de la frase agustiniana.

Además, la moral y la educación, sobre todo cuando se trata de adultos o jóvenes con un cierto grado de autonomía personal, se expresan a menudo en forma negativa porque así respetan la libertad. Si las reglas morales o las instrucciones educativas fueran siempre positivas, afirmativas, no dejarían ningún margen de libertad al educando.

Cuando digo “no puedes hacer esto”, lo que estoy diciendo es “puedes hacer lo que quieras menos esto”. Cuando digo “haz esto”, estoy diciendo “no puedes hacer otra cosa que no sea esto”. Es decir, cuando pongo un límite, abro un horizonte de libertad, indico el camino mejor (según mi criterio, claro, que, a veces, puede estar equivocado). Por eso, la formulación de la moral es muchas veces negativa. No debe preocuparnos.

Es natural que a nuestros hijos les cueste entenderlo, pero la verdad es que cuando les decimos “hoy no puedes ir a la discoteca”, en realidad les estamos diciendo “hoy puedes hacer lo que quieras menos una cosa: ir a la discoteca”. Es decir: «¡hoy es tu gran noche; pon imaginación y haz lo que quieras (casi)!». Lo admito: quizás me he pasado un poco en el entusiasmo de este contorno del amor.

Conclusión: la moral no es negativa, pues consiste en amar, y amar es siempre positivo; pero su formulación en reglas concretas sí es negativa con frecuencia, pues consiste en definir los contornos del territorio del amor, para no salirnos de él. Por eso, en el fondo, el único precepto positivo, imperativo, es el amor: ama… y sigue amando. ¡A pesar de las malas caras de tus hijos!