En los libros de educación y familia se suelen destacar la comida y la sobremesa como unos de los momentos importantes para hacer familia. Esto de hacer familia en la mesa, en torno a una buena comida y su prolongación normalmente regada de café y copas, es muy mediterráneo.
Sin embargo, se suelen olvidar del momento que viene justo después. Y, a veces, es entonces cuando sale a relucir la verdadera esencia de la familia. En mi casa, en versión muy resumida, suena algo parecido a esto:
- ¡Yo no pongo el lavaplatos!
- ¡Qué dices! ¡Yo ya he puesto la mesa! ¡Ahora te toca a ti!
- ¡Eh, rápido, necesito secadores, que ya no caben los cacharros en el trapo!
- ¡Belén, ¿puedes parar de cantar?! ¡Con el ruido que hay, solo nos falta esto!
- ¿Y Pablo? ¿¡Otra vez en el baño!?
- ¡Si, hombre, qué morro tiene! ¡Lo voy a buscar ahora mismo! ¡No friegues esto, que lo haga él!
- Y Bea, ¿qué?
- ¡Estoy aquí! ¡Guardando los individuales!
- ¡Claro, lo más fácil!
- Mamá, ¿esto dónde va?
- Hijo, has vivido veinticinco años en esta casa y no te acuerdas… ¡Dame, dame y haz tú los cafés!
- ¡¿Quién quiere café?!
[Crasssshhhh] - ¡Qué se ha roto ahora!
- ¡Jo, papá, estás que te sales! ¡Menudo día llevas! ¡Primero el vino y ahora la jarra!
- A ver, apartad, que voy a barrer los cristales. Por cierto, ¿hay alguien en el salón, haciendo compañía a abuelo?
- ¡Qué morro! ¡Álvaro, ven, que aún hay que fregar los mármoles! ¡Ya voy yo con abuelo!
- ¡Qué, Pablo, ¿no podías esperar para ir al baño?!
- ¡Jod…! ¡Qué haces! ¡Que me salpicas! ¡Mira, el jersey nuevo!
- ¡Mejor, así se limpia!
[…] - Oye, somos unos cracs. En cinco minutos hemos recogido todo.
- Sí, pero ahora no os vayáis a vuestros cuartos con el móvil. Vamos al salón un rato.
Antes del zafarrancho de recogida, cuando utilizamos servilletas de papel, después de la acción de gracias por la comida, alguien (normalmente yo, para desespero de mi mujer) suele haber comenzado un campeonato de lanzamiento de servilletas. Consiste en arrugarla como una pelota y lanzarla al vaso más lejano, a ver si se encesta.
Así que, cualquier espectador puede conocer lo más íntimo de nuestra familia en estos escasos diez minutos que van desde el lanzamiento de servilletas hasta el último café.
Y esto es lo que le sucedió a Paloma, la novia de Javi, la primera vez que vino a casa. Yo temí que no quisiera volver a esta familia de siete hijos, acostumbrada como estaba a la vida tranquila de una familia de dos y a sus ya largos años viviendo sola en Barcelona, adonde vino a estudiar desde Coruña.
He de admitir que mis temores eran completamente infundados porque su integración fue inmediata. Se puso como una más a recoger, secar, fregar, sortear alguna de las diez o doce personas que se movían con extraña destreza en el hormiguero en que se transforma nuestra pequeña cocina en esos momentos de ‘intimidad familiar’, e incluso hacía bromas con el resto de hormigas trabajadoras. Hasta nos dio la sensación de que dominaba más que Javi las ubicaciones de la cocina, cosa que no tiene mucho mérito.
Cuando se fue ese primer día, Loles y yo pensamos: “que niña más mona, parecía una hija más”. Yo recordé aquella idea de Fabrice Hadjad, del amor como «un don que viene del otro y está fuera de nuestros cálculos, que nos lleva más allá de nosotros mismos, más allá de nuestros proyectos individuales (¿quién puede concebir el proyecto de tener una suegra?) porque nos abre al sexo opuesto y a otra generación, porque nos introduce en un tiempo que ya no es solo nuestro».
Han pasado ya unos años desde aquella inmersión de Paloma en nuestra familia y dentro de un mes se casan. Hasta ahora solo he experimentado la boda de una hija, que la cultura popular suele representar como un momento difícil para el padre de la novia, que siente que le están arrancando algo. He de admitir que a mí no me sucedió. Y si alguien teme este momento, basta un poco de paciencia, que con el primer nieto se le pasará ipso facto.
Ahora, con la boda de Javi y Paloma, vuelvo a ver solo a alguien que se aproxima, que entra en nuestra familia, que se hace una más entre nosotros. Su boda es como la consolidación de la acogida, la ganancia de una hija que (si eso fuera posible) hará a Javi más hijo todavía. No sé si es lo normal o es el efecto del don de que hablaba Hadjadj o el de la ‘sola carne’ en que se transforman los que deciden amarse de verdad (abandonará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne) o, simplemente (y esto es lo más probable), el efecto Paloma. Solo sé que es una inmensa y profunda alegría.
Ah, y me he olvidado de mostraros otra sorpresa con que se encontró Paloma el primer día: el peculiar estilo de recogida de los individuales de su suegro. Es este.
¡Feliz fin de semana!
Javier Vidal-Quadras Trías de Bes
Uahhhhhh. En casa de.mud padres era idéntico. Por cierto conozco a tu hija Miriam y tu conoces a mi hermano pequeño (ejem) cuyo hijo Nachete está casado con María G….y ya esperan el segundo. Bueno que geacias
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Muchas gracias, Gloria María! Muy majos Nacho y María! Y grandes amigos los padres de María.
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👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏
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Gracias, Mar!!
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Muy bueno Javier. Me quedo una duda: Nunca te salio mal ese truco?……porque ahi no me quiero imaginar la sobremesa!! Un abrazo!
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Ja, ja. Gracias! Mejor no te lo cuento!
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Eres un hacha con la retirada de individuales! Enhorabuena por javi y Paloma
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Muchas gracias, Marita!!
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Qué divertido leer este pequeño cuento de realidad. ¡Felicidades a los novios!
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Muchas gracias, Lucas!!
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Gracias Un abrazo Gustavo
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Muchas gracias, Gustavo!
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Fantástico!
Creo q el sentido del humor está infravalorado… y me parece uno de los ingrdientes más importantes en la gestión familiar y amorosa
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Muchas gracias… y muy de acuerdo!!
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